Importancia social por les privades de libertad en tiempo de pandemia

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Escrito por Rodrigo Villegas, administrador público de la UCH, y Claudia Figureoa Ruiz, estudiante de enfermería USACH.

Cuando hablamos de las personas recluidas en las cárceles, no es un misterio para nadie que hay porciones de la sociedad que se refieren a les internes como “escorias” o “lacras” que no merecen ninguna atención y/o ayuda de parte de las autoridades o del resto de la ciudadanía; e incluso en estos tiempos de pandemia, nos hemos topado con alguna publicación/meme en Redes Sociales (de seguro usted también) donde en comentarios se ha hecho la mención de que incluso “merecen la muerte”, que ese debiese ser su castigo por el sólo hecho de haber cometido un delito, sin distinguir (muchas veces) en el tipo del mismo.

Nos parece preocupante que sea en las generaciones de jóvenes donde proliferan los discursos punitivistas, e incluso autoritarios. Llama profundamente la atención que quienes han sido el motor del Chile que despertó en octubre, reclamando las injusticias y luchando por una mejor calidad de vida, en comentarios de RRSS propongan inclusive penas más severas para este grupo de personas (como lo es la reposición de la pena de muerte en nuestro país) y no cuestionando la realidad actual en los recintos carcelarios.

La cárcel es un espacio donde se vulneran los derechos de las personas.

Una mirada a los datos estadísticos nos revela que el grueso de la población sentenciada (70,8%) cumple condenas que van de los 3 a 15 años de presidio (Gendarmería, 2018). Es más, por si lo anterior no fuera suficiente, la población que está en categoría de “imputado” es el 34,4% del total de personas privadas de libertad (Gendarmería, 30-04-2020). Más de un tercio de quienes están en cárceles no tienen todavía una sentencia definitiva, mientras que su presunción de inocencia espera tras las rejas la resolución de su caso. Ningún juez ha determinado su culpabilidad, o si la pena que recibirá por un delito será de cárcel. Este último es el caso de los imputados por causas de desórdenes públicos, los llamados “presos de la revuelta”. En el peor de los casos, estas personas tendrían penas cumplidas, si solo se hubiesen llevado a cabo sus juicios. Cada día que pasa, se vulneran sus derechos y se pone en riesgo su salud y la de otros internos, al contribuir al hacinamiento en los recintos carcelarios. Conociendo esto, ¿sigue pensando que todes les preses merecen la misma sanción?

La cárcel es un espacio donde se vulneran los derechos de las personas. Esto no es baladí, puesto que en muchas ocasiones se argumenta con liviandad que les privades de libertad no tienen derechos, que los perdieron en el minuto de cometer un delito, o que deberían haber pensado las consecuencias antes de delinquir. En verdad lo que se necesita es cambiar de paradigma, hay muchas circunstancias por las que una persona puede llegar a cometer una infracción a la ley; sin embargo, los Derechos Humanos tienen la característica de ser universales, es decir pertenecen a todos y todas sin importar su condición: son inalienables, es decir, que nadie los puede quitar. Pensar en los derechos de las personas privadas de libertad, quiere decir que teniendo limitada su circulación en virtud de una sanción, mantienen sus otros derechos intactos y que se necesitan esfuerzos adicionales para que accedan a todos ellos.

Desde Proyecto Reinserción (PR) nos hemos venido planteando estos temas desde hace un par de años y hemos llegado a la firme convicción que la protección de los derechos de las personas privadas de libertad debe ser una tarea de la sociedad completa. Las personas que han cometido delitos no merecen ser degradadas de su naturaleza humana básica: la dignidad. Esta dignidad no puede expropiarse a título de ningún delito, para ello hemos concordado leyes que resguardan las sanciones junto con condenar toda vulneración que vaya más allá de la privación de la libertad. En esta tarea nos gustaría encontrarnos con muchos y muchas más.

En tiempos de pandemia global estamos más reflexivos sobre cómo dependemos los unos de los otros: por ejemplo, como dice un hashtag que hemos podido visualizar en el transporte público “#NosCuidamosEntreTodos”. En este caso, las personas que enfrentan la realidad de una condena dependen de nuestras voces para defender su derecho al acceso a la salud. Como lo hemos abordado en columnas anteriores, les preses tienen mayor inequidad en este ámbito que el resto de la población.

Si nos ponemos a reflexionar, una medida básica de cuidado (y la más económica) es la prevención, y en este caso, les internes no tienen el mismo acceso a la salud como todes nosotres. Si usted está en contra de ofrecer alternativas para hacer más equitativo este acceso, ¿se ha puesto a reflexionar que si aumenta el número de internos contagiados, esto repercute en su salud y en la de su familia?, ¿que esa persona también puede requerir un ventilador mecánico?, y que si se llegase a tener que priorizar usuarios de estos últimos, podrían elegir a una persona que cometió un delito, ¿le parece justo?; o que se deban desembolsar más recursos del sistema público por días de estadía en una Unidad de Paciente Crítico (UPC) para una persona privada de libertad; entre varios otros ejemplos. Cuando hablamos de Salud Pública, nos referimos a la salud de todos los chilenos, y las/os presas/os son parte de la población chilena, son usuarios de los sistemas de salud que también tienen derechos y deberes. No debemos negarle (al menos) el derecho a la información, y el acceso efectivo a las medidas de prevención de contagio (en este caso, de COVID-19). Junto con recalcar que la prevención contribuye a la optimización de los recursos en salud.

Es por ello que nos dedicamos a trabajar sensibilizando a las personas del medio libre, como usted que está leyendo esta columna. No somos jueces para definir cómo tiene que ser la vida de alguien que cometió un delito, pero nuestro deber como ciudadanes es informarnos. Desde PR decidimos entregar argumentos racionales y también promover la empatía en estos tiempos difíciles. Si este texto en algún pasaje le hizo sentido: compártalo; nunca es tarde para que hagamos una diferencia e intentemos mirar la vida con otros ojos para así lograr cambios significativos en la sociedad, porque tanto usted como nosotres somos agentes de cambio.

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