Estudiantes de educación superior comprometidos con la Reinserción Social en Chile
pruchile.cl |

Lo visible de lo invisible

Comparte lo que lees

Octubre trajo junto al calor de las movilizaciones distintos actores que adornaron el cuadro nacional. Apareció la primera línea, brigadas de salud, la unión de las barras bravas, la discusión de los Derechos Humanos, cabildos, la misteriosa Constitución, furiosas caceloras, los balines de goma, chalecos amarillos y los milicos reviviendo la vieja herida sin sanar de nuestro país en clave de justicia y verdad.

Un actor que apareció de manera indirecta fue la cárcel. Primero como una de las causantes del estallido social ¿O no fueron las clases de ética parte del detonante? Pero luego con su cara más veraz. Aquella cara más política, aquella que nos hace recordar que su rol en la sociedad es aislar a aquellas personas con conductas fuera de la norma, aquella cara de altos y toscos muros, aquella de las condiciones indignas y la resignación.

En esa línea un hecho extraño, anómalo y fuera de todo sentido común fue la detención del profesor. Extraño, porque pareciera que la cárcel no es lugar para un profesor universitario ¿No era que ese lugar estaba destinado a la lacra social?, ¿a los descarriados que habían decidido, de manera totalmente racional, optar por el camino antisocial? Este hecho, dio luz a los nuevos presos políticos. Hombres y mujeres que se vieron sometidos a un sistema judicial presionado por el punitivismo social y de gobierno para cumplir condena efectiva en nombre de una Justicia neutra que con su actuar nos permite vivir en paz.

Ante esta lógica represiva, la cárcel, inmutable, castigadora y gigante como es, sirvió también como empate en el juego de las agresiones. Las nuevas reglas indicaban que lo que ahora estaba en disputa era el hecho real y concreto de castigo (en las mismas condiciones indignas) para quienes habían transgredido las normas de respeto a los Derechos Humanos, torturando, cegando e incluso matando. Así, pareciera ser que el castigo de cárcel era una de las balas que se iban a devolver: “Colectas de alimentos veganos para respetar la decisión de quienes estaban dentro” y el más reciente “No estamos todas, faltan las presas” fueron las nuevas consignas que rodearon el espacio carcelario, dejando de lado el morbo, la excitación y la sed de venganza que habían impregnado este recinto de castigo y reinserción.

Este cambio de mapa nos estaba permitiendo borrar las caricaturas respecto a la cárcel al punto de cuestionarnos quienes deben estar dentro, qué condiciones se deben dar allí, llegando incluso a cuestionarnos si tiene sentido este espacio en el nuevo Chile. Hasta que arribó el coronavirus.

Ante la emergencia sanitaria el calor de la movilización se disipó y las preocupaciones fueron otras. ¡Si hasta el plebiscito tiene nueva fecha! Parecía que la cárcel volvía a su lugar invisible. La incertidumbre seguía pegada al cuerpo de quienes habitan dentro de los muros. Revueltas y motines en Brasil e Italia, libertad de algunos grupos en otros países fueron algunas de las acciones que volvían a poner a la institución panóptica en el centro. La consigna ahora indicaba que se debía tener especial cuidado con esta población por las condiciones de hacinamiento, falta de agua y medicamentos.

En tiempos de crisis sanitaria, no se nos pueden olvidar quienes viven en condiciones indignas día a día. El llamado es a no soltar la cárcel, a no quitarle los ojos a lo que allí ocurre a pesar de los opacos muros que se levantan.

Al escrudiñar este espacio podremos ver muchas de las causas del descontento social: tránsitos de vida desiguales, violentos y estigmatizados, abusos de poder descarnados y sin limitaciones junto a la coacción de toda posibilidad de vida futura. Entender el rol que juega la cárcel, visibilizar sus implicancias e impactos, sus víctimas, iluminar la lógica que la sustenta y que ha permitido que algunos ganen a costa de la miseria de otros nos hará pasar realmente al nuevo Chile.

En este nuevo entender el foco está en no olvidar a nadie y recordar que al final del día cuidar a las poblaciones vulnerables es cuidar a la sociedad entera.

Lo visible de lo invisible

Comparte lo que lees
Scroll to top